Cuando se trata de cine, los extremos siempre atraen a un grupo específico de gente; y "Alice" de 1988, dirigida por Jan Švankmajer, definitivamente se encuentra en ese rango. Este cineasta checo desafió la norma al dar vida a este clásico de fantasía con su peculiar estilo surrealista. Sí, esa "Alicia en el País de las Maravillas" que conocemos, pero en una versión que deja de lado el insípido mundo de arcoíris y conejitos para mostrarnos algo mucho más... intrigante.
Para los despistados, "Alice" es una película que utiliza técnicas de acción en vivo y animación stop-motion para recrear el cuento de Lewis Carroll. Estrenada en 1988, se filmó en la República Checa, que en aquel entonces vivía bajo la Cortina de Hierro. Quizás ese contexto geopolítico haya influido en el sombrío tono del filme. Švankmajer, lejos de seguir el camino fácil y comercial, prefirió mostrar una Alicia que explora un mundo bizarro y oscuro, lleno de simbolismo y crítica social.
Es una travesura visual que no se preocupa por complacer sensibilidades. Aquí no encontrarás canciones pegajosas ni personajes bonachones: ni rastro de ese enfoque amable y cómodo que enamoró a Disney. Švankmajer sabe que las historias más impactantes son las que nos sacuden de lo acostumbrado, desafiando lo que creemos saber.
Es fascinante observar cómo la forma y el fondo se unen en "Alice". Las marionetas y muñecos utilizados tienen un aspecto siniestro que, probablemente, pondría nervioso a más de uno. Y eso es lo que este director busca: incomodar, cuestionar, remover conciencias. En tiempos donde muchos claman por reforzar la "seguridad" y proteger a las masas de ideas "perturbadoras", obras como esta son más relevantes que nunca.
Ahora bien, no se confundan. No hay un mensaje político evidente o una agenda oculta en "Alice". El mismo Švankmajer ha expresado que su intención no es seguir líneas narrativas convencionales. La película revela mucho sin necesidad de palabras; su mensaje es visual, jugando con el absurdo y lo irracional. Sin embargo, su narrativa peculiar y ambigua siempre da para múltiples interpretaciones, lo cual vuelve locos a los moralistas que intentan encontrar respuesta a todo.
La película recibió elogios y críticas por igual. Algunos celebraron su originalidad, mientras que otros simplemente no supieron cómo abordarla. No es una película fácil de "comprender", y eso está perfecto. En una era donde todo nos es servido en bandeja de plata, "Alice" nos recuerda que pensar un poco no mata a nadie.
"Alice" nos ofrece una Alicia mucho más humana y creíble, atrapada en un mundo donde la lógica convencional no se aplica. ¿Acaso no nos sentimos así todos en ocasiones? Curiosamente, Švankmajer logra que sus telespectadores reflexionen sobre la naturaleza del sentido común y la locura, sin ofrecer un discurso moralizante.
Como suele ocurrir, cada espectador verá algo distinto; será juzgado en función de sus propios prejuicios y experiencias. Para algunos, esta película es un fresco respiro que les empuja a salir de su zona de confort. Para otros, es un descenso innecesario a lo inquietante. Lo innegable es que deja huella, y esto es algo que rara vez ocurre con las producciones actuales.
Y sí, no es para todos. El ritmo pausado, las imágenes inusuales y la atmósfera opresiva demandan un espectador igualmente único, alguien que no tenga miedo de enfrentarse a una narración no lineal que desafía la lógica. En resumen, "Alice" invita a cuestionar, a ir más allá de lo evidente y fácil.
A aquellos que se atreven a explorar sin miedo a encontrarse con lo insólito, como en los propios sueños de Alicia, "Alice" es esa travesía de la que nunca se retorna igual. Quizá, solo quizá, Švankmajer consiguió con esta obra maestra lo que muchos cineastas actuales han olvidado: provocar al espectador a pensar y sentir, más allá de la corrección política.