La creación del '8vo Ministerio Canadiense' es una muestra perfecta de la obsesión creciente por la burocracia desmedida y una cultura de expansionismo gubernamental bajo la excusa de mantenernos a la vanguardia. Bajo el supuesto estandarte de la justicia social, Canadá ha sumado otro entusiasta miembro al circo gubernamental. No debería sorprendernos que lo único que logre este nuevo ministerio sea incrementar la maquinaria estatal y atraer emociones momentáneas entre aquellos que claman por un liderazgo que realmente priorice los intereses nacionales.
Hablar sobre la política canadiense actual casi parece un ejercicio de recordar qué departamento nuevo ha surgido para justificar su existencia. Seamos claros: el 8vo Ministerio no es más que otra maniobra propagandística para engrosar la lista de oficinas innecesarias que prometen un mundo utópico, pero que terminan funcionando como nidos burocráticos que absorben presupuestos que deberían destinársele a causas realmente productivas.
Este supuesto 'octavo' es un intento por posicionarse como protagonista de un cambio social cuyo impacto real sigue siendo una quimera. Aumentan los impuestos para subsidiar oficinas y cargos que poco o nada tienen que ofrecer. En la misma retórica de siempre, nos hablan de igualdad, equidad, y diversidad sin concretar cómo tales abstracciones se incorporarán efectivamente al tejido social.
¿Qué tal si hablamos de temas pálpitos y menos estética diplomática pomposa? No parece estar en la agenda de este nuevo ministerio enfrentarse con honestidad los problemas que nos afectan a todos. Nuestros sistemas sanitarios, nuestra educación, y la infraestructura decreciente no pueden paliarse con discursos inflados y tecnócratas que pululan en atmósferas herméticamente selladas.
La obsesión por diversificar ministerios parece ignorar las necesidades urgentes de los ciudadanos que se levantan temprano para sostener a sus familias. En vez de reducir la carga impositiva, resulta que ahora debemos esforzarnos un poco más para seguir contribuyendo a la vasta maquinaria estatal. Al parecer, cuestionar estos modelos insostenibles incomoda a aquellos que abrazan progresismos discursivos sobre acciones concretas.
Este 'proyecto' ministerial es una herramienta que facilita la propaganda, adornada con un lazo de supuesto progreso. Lo triste es ver cuán desconectado está este gobierno de las verdaderas necesidades de sus ciudadanos. En lugar de crear más burocracia, sería refrescante ver un compromiso real por fomentar el crecimiento económico, crear empleo legítimo y reducir las trabas que asfixian al ciudadano común.
El 8vo Ministerio es un ejemplo de cómo, bajo la promesa de atender «nuevas categorías sociales», lo que realmente termina sucediendo es el crecimiento de un estado paternalista. Ese estado que presume sostener la ciudadanía, cuando en realidad, lo que hace es crear dependencias sobreestructuradas que buscan validar su propia ineficiencia.
Despertemos a lo que realmente necesitamos: menos ministerios que suenen pomposos y más propuestas que solucionen nuestras verdaderas preocupaciones diarias. En el cóctel de políticas canadienses, la adición del 8vo Ministerio puede sonar bien a aquellos que disfrutan de las etiquetas sin contenido, pero a los que vivimos bajo las realidades diarias, suena más a otra promesa hueca, enterrada en la montaña de burocracia estatal que ya nos sigue aplastando.
A veces, la solución de los problemas sociales no es sumar más oficinas gubernamentales que bailen al ritmo de slogans, sino simplificar lo complicado, enfocándose en lo primordial. De otra manera, continuará la burla sobre los contribuyentes que, única y exclusivamente, anhelan mantener a sus familias sin el eco de más ministerios fingidos para atender los fantasmas que ocasiones tales como esta creación representan.