¿Quién dice que los pequeños estados no pueden tener grandes historias? Permítanme presentarles al formidable 7º Regimiento de Infantería de Rhode Island, una auténtica joya en el tapiz de la Guerra Civil Americana. Con su creación en 1862, en pleno fragor del conflicto, este regimiento fue un verdadero baluarte del norte abolicionista. Desde Providence, la capital, que hoy es un bastión de políticas progresistas, se movilizaron estos soldados para librar una batalla no solo territorial, sino también ideológica.
Rhode Island, aún con su diminuto tamaño, no escatimó en recursos ni en corazones valientes. El 7º Regimiento se formó en plena guerra, a finales de aquel agosto. Este regimiento era la respuesta a un llamado patriótico, con hombres comunes dejando atrás sus oficios para empuñar armas y luchar por la preservación de la unión y la emancipación de los esclavos; conceptos que para algunos parecían revolucionarios, pero que para estos soldados eran tan básicos como justo. ¿Mencioné ya que su número tenía una mística especial para cambiar el curso de la historia? Así es, la cifra siete siempre ha tenido un toque afortunado.
Su primera gran prueba fue en Fredericksburg, Virginia. ¡Vaya momento! ¿Qué nos traen a la mente las tierras sureñas de Virginia? ¡Claro está, el conservadurismo! Sin embargo, para el 7º Regimiento fue el escenario de una resistencia feroz. Enfrentando un terreno casi insuperable y fuerzas confederadas bien establecidas, estos chicos de Rhode Island no dieron un paso atrás. Aunque sufrieron duras pérdidas, regresaron a casa con los capotes en alto y la moral inquebrantable.
A veces vemos a los liberales pintar esta guerra con brochazos románticos de igualdad y derechos, olvidando que estos hombres también batallaron a sangre y fuego por lo que creían fundamental: la unidad de un país que pusiera un alto a la esclavitud. Y no fue fácil. En sucesivos combates como la Batalla de Wilderness y Spotsylvania Court House, se enfrentaron a horrores incomprensibles. No obstante, el 7º de Rhode Island persistió.
Uno de los momentos más destacados fue durante la campaña de Petersburg. El proceso se prolongó 292 días con una de las trincheras más brutales que hayan existido en la historia americana. Fue todo un espectáculo de aguante humano bajo condiciones deplorables: hambre, frío, y las constantes balas enemigas. Cada soldado del 7º que regresó a casa lo hizo con una historia de supervivencia y valentía.
Lo interesante del rol del 7º Regimiento es el fuerte simbolismo que siempre portaron, quizás como un espejo donde el pequeño grandioso Rhode Island también tenía una palabra que decir en la gran disonancia política que definía a una nación. Y realmente la tuvo. Este regimiento dio sentido a la frase: "no se juzga la grandeza por el tamaño sino por las acciones".
Pasaron a ser sinónimo de respeto, abanderando el patriotismo en su forma más pura. A menudo salían en las crónicas de la guerra como ejemplo de lo que Estados Unidos, en pleno incipiente siglo XIX, podría y debería llegar a ser. Tal es su legado que hasta hoy, los registros del 7º son estudiados en las academias militares como ejemplo de estrategia, pero sobre todo de resolución ética.
Quizás si hiciéramos un esfuerzo para mirar al pasado con verdaderos ojos críticos, más allá de las interpretaciones contemporáneas, entenderíamos todo el impacto que un grupo de hombres fue capaz de dejar. El 7º Regimiento de Infantería de Rhode Island no buscaba fama ni riqueza, solo un Estados Unidos en un solo sentido: libre y unido. Y vaya que lograron marcar diferencia. Su esfuerzo es la prueba viviente de un espíritu aguerrido indomable e incorruptible, un espíritu menospreciado tal vez, por algunas corrientes modernas.
El relato del 7º Regimiento es más que una anécdota en los libros de historia; es un recordatorio de lo que una nación, aún llena de discordias y desafíos, puede lograr cuando hombres ordinarios exhiben un coraje extraordinario y una visión clarividente del futuro de su país. Celebremos pues su legado con la misma altivez con la que ellos marcharon en el polvo, hombro con hombro, hacia lo desconocido.