¿Alguna vez has visto una obra de teatro que sabes cómo terminará, pero aún así pagas por el asiento? Así fue el 13º Congreso del Frente Polisario; un espectáculo predecible que tuvo lugar entre el 16 y el 20 de marzo de 2021, en el campamento de refugiados saharianos en Dajla, en el sur de Argelia. El congreso reunió a más de dos mil delegados, todos aparentemente listos para seguir el guion establecido por sus líderes, reafirmando una lucha extendida por el control del Sáhara Occidental. ¿Por qué? Porque el 'status quo' es el verdadero monarca aquí.
Primero, recordemos que el Frente Polisario se presenta como el representante oficial del pueblo saharaui en su lucha con Marruecos por el control del Sáhara Occidental. Sin embargo, tras gloriosas décadas de discursos, campañas y más congresos, el terreno ganado parece haberse vuelto virtual. A pesar de haberse declarado en guerra con Marruecos después de una pausa en sus acciones tras el Alto al Fuego de 1991, el conflicto abierto apenas ha cambiado nada más allá del simbolismo.
El congreso discutió las tácticas tradicionales y las estrategias políticas para un cambio ilusorio. Pero lo que surge al mirar entre bastidores es una resistencia a adoptar cualquier enfoque nuevo o audaz. La elección de Brahim Ghali como secretario general, un hombre tan atrapado en los anales de los enfoques tradicionales, reafirma la falta de interés genuino en llevar a cabo un cambio significativo. ¿Héroe del pueblo o simplemente un guardián de la inercia política? La pregunta pende en el aire como un policía de tránsito señalando el camino a ninguna parte.
El evento demostró cómo las narrativas políticas son mucho más poderosas que la realidad. Las declaraciones del congreso dejaban en claro que mantienen firmeza en su meta ideológica, pero la falta total de resolución nueva, tangible o pragmática es un doloroso recordatorio de que sigue siendo una melodía repetida sin armonías frescas.
Observar cómo los asistentes al congreso discutían sobre tácticas como la guerra de guerrillas y sanciones, remite a una lógica de la Guerra Fría. En lugar de aprovechar las oportunidades de un diálogo significativo, se optó por resaltar la importancia de las 'intensificaciones' militares que carecen de la chispa para cambiar el marcador real de este juego geopolítico congelado.
La declaración final del congreso incluyó las usuales condenas sobre la situación laboral en los territorios ocupados y la necesidad de más apoyo internacional. Pero, ¿no parece sospechoso que esas mismas llamadas de auxilio caigan sistemáticamente en oídos sordos, año tras año? Tal vez amigos internacionales políticos también han visto esta obra demasiadas veces.
Los ecos de esa resistencia al cambio se amplifican cuando se considera la falta de nuevas voces políticas emergentes del Frente Polisario. La mayoría de los delegados presentes parecían un eco de la antigua guardia, en lugar luchar por innovaciones significativas y audaces. Uno pensaría que después de décadas embotelladas en la misma facción política, estarían ansiosos por derrocar la cortesía política y traer nuevas perspectivas. Sin embargo, el apego al poder suele ser más dulce que el riesgo de perder el timón del barco.
Para aquellos que disfrutan viéndolo, este congreso fue una reflexión más sobre cómo la política puede convertirse en un ciclo eterno de expectativas incumplidas. Así que, ya saben, la próxima vez que te digan que el 14º Congreso será diferente y trascendental, recuerda esta ópera política.
Y para los eternos optimistas, aquellos que continúan creyendo que sí, esta vez podría ser diferente, sólo queda esperar hasta el próximo espectáculo. Seguirá siendo el mismo guionista, mismos actores, pero probablemente con un telón ligeramente diferente. Mientras tanto, lo único que está claro es que el sueño de un Sáhara Occidental realmente libre aún permanece, tristemente, en el horizonte de lo utópico.