Zardoz: Descodificando la Distopía de los Setentas

Zardoz: Descodificando la Distopía de los Setentas

Una profunda exploración filosófica disfrazada de locura visual, "Zardoz" nos lleva a un futuro distópico que revela tanto los peligros de la inmortalidad como la lucha humano-divina.

Martin Sparks

Martin Sparks

¡Los años setenta fueron una locura! Y "Zardoz", una película de ciencia ficción de 1974 dirigida por John Boorman, es un testimonio extraordinario de cómo ese caos creativo se materializó en el cine. Protagonizada por un inusual Sean Connery, esta cinta nos transporta a un futuro distópico en el año 2293, donde la humanidad está dividida entre los Mortales y los Eternos, viviendo una enigmática lucha por el control de la existencia misma. Rodada en el espectacular paisaje de Irlanda, Zardoz invita al espectador a un viaje filosófico que plantea preguntas sobre el poder, la inmortalidad y la humanidad.

Una de las preguntas más intrigantes que plantea esta obra es: ¿Qué significa realmente ser humano? La película explora esta cuestión presentando una sociedad dividida en castas, con los Brutos, guiados por falsos dioses, enfrentándose a los Eternos, quienes han conquistado la muerte solo para darse cuenta de la vacuidad de la eternidad. Este aspecto de Zardoz se vuelve una metáfora potente sobre cómo la búsqueda de la inmortalidad y el control puede llevar a la decadencia y al estancamiento.

El contexto en el que nació esta obra tiene mucho que ver con su desarrollo. Los setentas fueron una época convulsa y llena de cambios sociales y políticos. La Guerra Fría, el descontento social y una revolución cultural en proceso llevaron a los cineastas a explorar temáticas profundas y complejas. Zardoz es un prolijo ejemplo de cómo el cine de ciencia ficción de esa época servía como medio para poner en discusión estas inquietudes.

Visualmente, Zardoz ofrece una experiencia singular e impactante. Boorman se atreve a romper moldes con un diseño de producción extravagante y un vestuario que se ha convertido en icónico, como el conjunto rojo que luce Connery, que proyecta a la perfección el caos conceptual del filme. La imagen del dios cabeza flotante, que da nombre a la película, es simplemente inolvidable y se ha convertido en un símbolo de culto entre los aficionados.

Además, la manera en que Zardoz aborda la inmortalidad es intrigante y única. Los Eternos aseguran su longevidad gracias a la tecnología avanzada que también limita su capacidad de evolución y crecimiento, convirtiéndolos en seres apáticos que no encuentran satisfacción en la vida eterna. Esta perspectiva invita a una profunda reflexión sobre nuestra propia esencia y lo que podría significar una existencia interminable.

La trama se centra en Zed, interpretado por Connery, quien es un "Exterminador"—una especie de guerrero al servicio de Zardoz, el falso dios que dirige su mundo. Pero Zed no está contento con su destino y, guiado por una misteriosa curiosidad, se embarca en una peligrosa búsqueda que lo llevará a descubrir los secretos más oscuros de su civilización. La película juega con elementos de la narrativa clásica, destacando un viaje del héroe que llevará a Zed no solo a la revelación, sino a la rebelión contra un sistema opresor.

Es este viaje de autodescubrimiento y redención lo que resuena profundamente con el espectador moderno. En un mundo cada vez más tecnológico y centrado en el logro de la longevidad, Zardoz nos desafía a considerar el precio de alejarse de lo que nos hace fundamentalmente humanos. Este mensaje continúa siendo relevante, planteando la cuestión de cuánto control sobre la vida y la muerte sería demasiado.

Además de ser una fuente de intriga filosófica, Zardoz representa un hito en el desarrollo del cine de ciencia ficción. Desafió las expectativas del género, mezclando fantasía, ciencia ficción y crítica social en una narrativa compleja. No es de extrañar que, aunque fue recibida con críticas mixtas en su lanzamiento, haya ganado un estatus de culto con el tiempo. La obra de Boorman nos recuerda que, a menudo, lo que más valioso es el mensaje que se esconde bajo la superficie más ostentosa.

La película, a pesar de sus extravagancias, tiene un legado que sigue siendo relevante. Nos invita a reflexionar sobre los peligros de las divisiones sociales extremas, la adoración ciega a la autoridad y las promesas vacías de la inmortalidad. Así, Zardoz se erige como un espejo de nuestra sociedad, desafiándonos a pensar críticamente sobre el mundo que estamos construyendo y hacia dónde queremos ir.

En definitiva, al revisitar Zardoz, nos damos cuenta de que más allá de su apariencia surrealista y su trama compleja, ofrece un vistazo crítico y conmovedor de la naturaleza humana. Y eso, quizás, es lo que realmente la convierte en un clásico intemporal del cine de ciencia ficción. La invitación a sorprendernos, cuestionarnos y aprender, permanece abierta.