¿Qué tienen en común una canción que escuchaste en TikTok y un político cambiando de opinión? Ambos pueden ser ejemplos perfectos de cómo 'variante' significa tanto en un idioma como en la cultura. En el contexto lingüístico, 'variante' se refiere a las diferentes versiones que puede tomar una palabra, frase o estructura gramatical dentro de una lengua. No es una imposición de la RAE ni algo que sucede solamente en reuniones académicas en España o América Latina. La realidad es que las variantes lingüísticas están en todos lados, evolucionando con nosotros cada día. Esta diversidad dentro de una lengua responde a factores como geografía, historia y cultura. Como miembros de Gen Z, estamos muchos acostumbrados a navegar entre variantes; nos comunicamos con memes, emojis, y combinamos inglés, español y jerga de internet sin pestañear.
Algunas personas podrían ver esta fluidez con escepticismo, pensando que afecta la 'pureza' de un idioma. Me haces reír, posverdad: en una época donde las noticias falsas pueden cambiar el propio curso de una elección, hablar de pureza idiomática suena a chiste. Otros, sin embargo, celebran la riqueza que trae el mestizaje cultural, especialmente en un mundo tan interconectado. Es algo que merece otra base: aceptar que las lenguas nunca han sido estáticas. España es ejemplo de la diversidad lingüística; no solo se habla castellano. Allí conviven catalán, gallego y euskera, cada uno con su propio conjunto de variantes. Este es un paralelismo de la diversidad socio-política que rige a los habitantes. Sería absurdo condonarla: son variantes que dan carácter, voz, y profundidad a identidades ignoradas.
Siguiendo esta línea, es importante preguntarnos por qué hay quienes siguen insistiendo en que sólo hay una forma correcta de hablar. La respuesta, como muchas veces, reside en el poder. A lo largo de la historia, las élites han utilizado el lenguaje estandarizado como herramienta. Dominar la variante 'aceptada' puede abrirte puertas en el mercado laboral o darte voz en política. Entonces, ¿qué pasa con quienes crecen hablando una variante diferente? ¿Están automáticamente en desventaja? La meritocracia lingüística es un mito peligroso en un momento donde lo diverso es cada vez más nítido.
Entonces, ¿cómo reconciliamos el cambio con la tradición? Gen Z se está convirtiendo en una fuerza impulsora en esta discusión. Las redes sociales actúan como un caldo de cultivo para nuevas formas de comunicación, reflejando y amplificando las variantes que usamos. En un vistazo a tiempo, un meme viral podría valer más que mil palabras, rompiendo barreras idiomáticas regionales. Es también un escenario en el que cualquier intento de monopolizar el lenguaje parece poco más que un eco lejano y ridículo. Sin embargo, la lucha no termina aquí. La defensa por la diversidad lingüística debe ir acompañada de políticas que la protejan y fomenten. Ahí es donde entramos nosotros, desafiando normas que no reflejan nuestro mundo, actuando, cambiando.
Pensar que una variante prevalece sobre otra es limitante. Estas manifestaciones son el eco de nuestras historias, nuestras luchas y nuestras esperanzas. Celebrarlas nos acerca, en lugar de dividirnos. Mira a tu alrededor. Cada vez que optamos por ajustar un verbo en un tweet o resumir la política en un TikTok, estamos haciendo un acto político y cultural intrínseco al desarrollo humano. Y qué mejor para transmitir nuestra complejidad que una lengua rica, flexible y diversa. En un mundo como el nuestro, donde lo nuevo es la norma y lo diverso es fuerza, lo único que realmente permanece invariable es el cambio mismo. Aceptémoslo, como el mosaico compartido de la humanidad que somos.