Si crees que perseguir un fugitivo es tarea fácil, quizás "U.S. Marshals" te demuestre lo contrario. Este thriller de acción, estrenado en 1998, nos pone en los zapatos de Samuel Gerard, un inconfundible Tommy Lee Jones con su aspecto sombrío pero dispuesto a correr más que todos en busca del sospechoso fugitivo, Mark Sheridan, interpretado por Wesley Snipes. La película, dirigida por Stuart Baird, nos traslada a varios escenarios de Estados Unidos, desde las escondidas calles hasta los recovecos más peligrosos del subsuelo, en una serie de persecuciones interminables.
"U.S. Marshals" se plantea como una secuela de "The Fugitive" (El Fugitivo) de 1993, ganadora de un Oscar por el papel de Jones. Si bien la crítica no la acogió con el mismo entusiasmo, es innegable que logró captar el interés del público general, particularmente de aquellos que disfrutan de las películas de acción clásicas y cargadas de adrenalina. Una de las cuestiones más debatidas sobre la película es si logra mantener la misma intensidad emocional que su predecesora o si se deja guiar demasiado por las escenas de acción. Esta apuesta por la espectacularidad ha dividido opiniones, con algunos elogiando su ritmo trepidante, mientras que otros critican una posible superficialidad en su argumento.
Los U.S. Marshals sirven como el centro de la narrativa, representando a estos agentes del gobierno que tienen la tarea nada envidiable de capturar a los fugitivos más escurridizos del país. En este contexto, el personaje de Tommy Lee Jones demuestra una dedicación casi obsesiva por la justicia, algo que puede resultar inspirador, pero también peligroso cuando la línea entre el cumplimiento del deber y la caza personal se vuelve borrosa. Aquí entran en juego cuestiones más amplias sobre el poder institucional y la aplicación de la justicia, temas que resuenan particularmente con una audiencia joven cada vez más consciente y crítica de las fuerzas del orden.
Algo fascinante de "U.S. Marshals" es su capacidad para desarrollar personajes que no son simplemente blancos o negros. Sheridan, el fugitivo, acusado injustamente de un crimen que no cometió, y perseguido incansablemente no solo por Gerard, sino también por otros personajes con sus propias agendas ocultas. Así se nos presenta un debate moral interesante: hasta qué punto los medios justifican los fines, y qué sucede cuando quienes deberían proteger las reglas son los primeros en romperlas.
En el ambiente actual, donde la crítica abierta y el cuestionamiento de las instituciones se han vuelto vitales, "U.S. Marshals" nos hace preguntarnos hasta dónde se puede apelar al deber y la legalidad sin cuestionar su moralidad inherente. Estas interrogantes encuentran resonancia en un público más joven que cuestiona el status quo y busca respuestas en un mundo postverdad donde las implicancias éticas de las acciones ya no pueden ser ignoradas.
Es justo decir que "U.S. Marshals" es un intento de capturar una simple narrativa de aventura, pero aporta capas que ofrecen más que movimientos explosivos y coreografías de persecución. Existen auténticas relaciones humanas en juego, sacrificios personales, y, sobre todo, dilemas que resuenan fuerte en una época de polarización donde el cine, muchas veces, actúa como un espejo de nuestras propias contradicciones.
Para quienes crecieron viendo las hazañas de personajes rectos y dedicados, "U.S. Marshals" es una oportunidad para volver a sumergirse en ese mundo, mientras que para la nueva generación, representa un escaparate para entender la complejidad moral detrás de quienes operan la justicia. Quizás "U.S. Marshals" no intenta ser una épica intemporal, pero nos recuerda que aún queda espacio para el cine que nos hace pensar más allá de los golpes y los tiroteos, un arte que se vuelve cada día más significativo.