¿Recordaste 'Skidoo'? ¡Ni tú, ni nadie!

¿Recordaste 'Skidoo'? ¡Ni tú, ni nadie!

Una película llamada 'Skidoo', lanzada en 1968, es un curioso ejemplo de cine que combina comedia, contracultura y psicodelia. Pese a su fracaso, es interesante observar cómo desafía las normas establecidas.

KC Fairlight

KC Fairlight

Cuando piensas en películas de culto absurdas, tal vez vinieron a tu mente muchas, pero es probable que 'Skidoo' no sea una de ellas; y hay una razón. Esta osada película salió a la luz en 1968, en plena época de cambios sociales y culturales, cuando Otto Preminger, un director respetado por trabajos serios, decide adentrarse en el absurdo. El film se desarrolla en Estados Unidos y está protagonizado por el artista Jackie Gleason entre otros rostros conocidos de la época, como Groucho Marx. La película es un intento surrealista de comedia que capta, con peculiaridad, la contracultura de los años 60 de una manera que pocos lograron.

La trama, por mínima que parezca, gira alrededor del personaje interpretado por Gleason, un gangster retirado llamado Tony Banks, que vuelve al negocio del crimen por petición de 'God', un jefe mafioso. Lo insólito aquí no es que lo interprete Groucho Marx, sino que lo mande con una misión atípica. A lo largo del desenfreno cinematográfico, el espectador se encuentra con múltiples situaciones que desafían toda lógica, desde un viaje psicodélico en prisión, donde los prisioneros consiguen LSD en su sopa, hasta una arremetida de sátira social inigualable.

'¿Por qué hacer una película así?', te preguntarás. Si bien Preminger era conocido por sus aproximaciones serias y valóricas al cine, en esta obra se aprecia una inquietante fascinación por desafiar las normas establecidas. No buscaba cautivar a un público convencional, sino provocar a una sociedad que vivía entre flores, protestas y un inminente cambio cultural. Este riesgo, sin embargo, no fue del todo beneficioso, ya que 'Skidoo' fue un fracaso total en taquilla y crítica. De hecho, Preminger tuvo que enfrentar el desdén y las risas de muchos, lo que podría haber sido predicho considerando su decisión de mezclar comedia, mafia y cultura psicodélica a partes iguales.

Los años 60 fueron una era de revolución, y 'Skidoo' es un reflejo distorsionado de esos cambios. La contracultura abrazaba la liberación personal, el arte irracional, y el romper con las estructuras. Muchos jóvenes de la época veían en estas expresiones una forma de desafiar lo establecido, y el rechazo político y social a la autoridad era más común que nunca. Preminger, aunque probablemente con una mayor admiración por la controversia que otra cosa, ofreció una propuesta que bien pudo haber calado en estos círculos; sin embargo, la ejecución dejó mucho que desear.

Aunque hoy podría atraer risas de quienes busquen una experiencia de cine diferente, 'Skidoo' rara vez aparece en los visionados actuales. Su curioso desfile de estrellas, escenas aleatorias y giros narrativos surrealistas aportan a que hoy se vea como un episodio bizarro en la historia del cine. Es esta percepción lo que provoca que un número creciente de jóvenes redescubran, dentro de un marco irónico, su intenso descaro y su impronta cómica, viéndola con una mezcla de incredulidad y diversión sincera.

En la actualidad, donde el cine se encuentra en constante evolución y cambio de paradigmas, es útil examinar fallos y experimentos fallidos del pasado. 'Skidoo', aunque haya sido una nota discordante en su tiempo, sirve como recordatorio de lo arriesgado que es desafiar el status quo con un pie en lo establecido y otro en lo psicodélico. Puede que los espectadores actuales de la Generación Z sean más receptivos a experimentaciones dentro y fuera del ámbito típico, a perseguir lo no convencional fuera de las sombras del fracaso pasado. Aunque la película pueda no ser aclamada, desconocer obras como esta impedirá entender cómo las tendencias y modelos evolucionan debido, inicialmente, a los fracasos que antecedieron.

Ciertamente, para la mayoría, 'Skidoo' podría ser un testamento de la falta de contención creativa, pero también un intento genuino, aunque torpe, de unir dos mundos aparentemente incompatibles. Otto Preminger, en su arremetida rumbo a lo desconocido, mostró la importancia de una introspección de nuestro entorno, aun cuando el resultado llevó a la audiencia de entonces y de ahora a una mueca de asombro o una sonrisa socarrona.