Imagina un mundo donde un juicio por asesinato pudiera transformarse en una pieza de teatro con sabor a cabaret. Roxie Hart, la película de 1942 protagonizada por la inigualable Ginger Rogers, hace justamente eso. Dirigida por William A. Wellman, la película es una adaptación del musical de Broadway "Chicago" y fusiona el drama, la comedia y el musical en un solo paquete sorprendente. Ambientada en Los Ángeles, narra la historia de una joven cazadora de fama en la década de 1920, quien intenta convertirse en una celebridad a través de las complejidades de un juicio mediático.
La trama de Roxie Hart es una crítica astuta a la cultura de la fama, un tema que sigue siendo relevante en el presente. Roxie, desesperada por alcanzar la fama, finge haber asesinado a su amante para explotar la histeria de los medios. Este giro no solo refleja la sátira de la justicia y el sensacionalismo, sino que también deja entrever las profundidades de la obsesión por la notoriedad. El abogado de Roxie, interpretado por Adolphe Menjou, muestra cómo manipular la justicia y la prensa se convierte en un juego donde las reglas de la moralidad se pierden entre los pasillos del tribunal. Si uno tiene el carisma suficiente, ¿hasta dónde puede llegar un espectáculo y cuánto estamos dispuestos a pagar por entretenimiento en el sistema judicial?
Con la llegada de la prensa amarilla en esa época, la película captura acertadamente cómo la verdad se retuerce y distorsiona por el deseo de alimentar a un público hambriento de escándalos. Es posible pensar que las cosas han cambiado, pero junto a la fascinación contemporánea por las celebridades y el juicio público en las redes sociales, tal vez hemos cambiado menos de lo que nos gustaría admitir.
Roxie, aunque una heroína cuestionable, también provoca simpatía. Es la representación de la mujer que se atreve a desafiar su contexto limitado por el género y la pobreza. Hay una audacia desesperada que uno no puede ignorar. Aunque su moralidad es dudosa, sus acciones revelan una crítica más amplia sobre las expectativas implacables impuestas a las mujeres de entonces —y, en muchos casos, de ahora— para ser objetos de admiración sin importar el costo personal. El hecho de que Ginger Rogers interpreta a Roxie añade otro nivel de encanto y ambigüedad. Rogers, conocida por sus papeles como pareja de baile de Fred Astaire, entrega una actuación que recalca tanto el humor como el patetismo del personaje.
No se puede pasar por alto la habilidad de William A. Wellman para bordar este mágico relato. Su dirección combina momentos de aguda crítica social con humor ingenioso. Los personajes son más grandes que la vida, sí, pero eso parece necesario para tratar sobre un tema tan grandilocuente como el impacto de los medios de comunicación en la percepción pública.
El ritmo de la película algunas veces navega por aguas conocidas del cine de la era dorada de Hollywood, pero también se aventura a romper el molde con sus intrépidas críticas y personajes coloridos. Entre canciones y bailes, encontramos las astutas observaciones que hacen eco hasta hoy. ¿Cuánto de realidad estamos dispuestos a sacrificar en nombre del espectáculo?
Mientras, en nuestros tiempos, las plataformas digitales amplifican en un clic tanto las voces de quienes buscan justicia como las de los que tienen la intención de manipular hechos, Roxie Hart cobra una nueva dimensión en su relevancia. Muchas historias de hoy podrían aprender de la trama de Roxie, recordándonos que el afán por la fama a cualquier costo no es un fenómeno nuevo, sino una obsesión que ha evolucionado junto al progreso tecnológico.
Lo curioso de Roxie es que parece ser más honesta que la propia sociedad que la juzga. La película nos invita a reírnos mientras también nos pone delante de un espejo incómodo que refleja nuestra eterna fascinación —y participación— en un juego de espectáculo y superficialidad.
Roxie Hart sigue siendo una experiencia estimulante para las nuevas generaciones que buscan entender cómo el arte refleja y desafía las estructuras sociales. Aunque tomada de sus contextos contemporáneos, invita a reflexionar sobre cómo esas ciudades de papel prensado han evolucionado en flashes digitales interminables.
Ya sea que disfrutes de los clásicos de la pantalla grande o busques entender las profundas raíces de la cultura pop contemporánea, esta película merece espacio en tus horas de análisis. Roxie Hart no solo baila a la música de otro tiempo, sino que da un gran golpe sobre cómo seguimos lidiando con nuestras propias Roxies modernas.