Hay momentos en la historia de la música que cambian el curso de todo. Uno de esos momentos ocurrió en 1983 con el lanzamiento de "Rockit", un instrumental de Herbie Hancock. Este innovador tema no solo redefinió las expectativas del jazz y el funk, sino que también trajo consigo una nueva era en la música electrónica y el hip-hop. Al escuchar "Rockit", parece sencillo, pero bajo esa apariencia simple, había una revolución en camino.
Herbie Hancock, ya conocido por su destreza en el piano y su inclinación por los sonidos futuristas, dio un giro inesperado al incorporar elementos como el scratching, una técnica que hasta entonces se limitaba a las calles del Bronx. Estos elementos no eran solo trucos novedosos; representaban una fusión cultural que reflejaba el espíritu de la época, un período en el que la música urbana comenzaba a cruzar barreras y a encontrar su lugar en la corriente principal.
El videoclip de "Rockit" también fue algo fuera de este mundo. En una época previa al dominio de los canales de videos musicales, su creatividad visual capturó la imaginación de muchos. Robótica extravagante, movimientos sorprendentes y una estética vanguardista representaron el futuro que todos anhelaban. Este fue uno de los primeros casos en los que el video musical no era solo un complemento para la canción, sino una pieza de arte por derecho propio.
No debemos olvidar el contexto de este lanzamiento. La década de los 80 fue un período de rápidos cambios sociales y políticos, donde se desafiaban normas tradicionales a diario. En medio de una tensa atmósfera de guerra fría, movimientos por los derechos civiles y luchas por la igualdad de género, "Rockit" supuso también un desafío a la música convencional, probando que la innovación artística puede prosperar incluso en tiempos de conflicto.
Los puristas del jazz no siempre miraron amablemente la incursión de Hancock en los mundos electrónicos. Este tipo de experimentación a menudo se ve como una traición al jazz "clásico". Sin embargo, si examinamos el legado de "Rockit", podemos ver que logró lo imposible: mantener el respeto por las raíces del jazz mientras impulsaba el género hacia adelante. La pieza sigue siendo una prueba de que la evolución es necesaria y bienvenida dentro de cualquier expresión artística. Hancock nos mostró que el jazz no tiene por qué ser estático; puede ser una conversación constante con el tiempo y la cultura.
Por otro lado, "Rockit" influyó enormemente en el hip-hop, entonces en sus primeras etapas. La forma en la que integró sonidos de turntablism mostró a toda una generación que la música podía ser mucho más que acordes y palabras. Podía ser un collage de sonidos e ideas. Si bien algunos críticos temían que estas influencias diluyeran el "verdadero" significado del jazz, la retrospectiva nos enseña que fue precisamente esta integración lo que revitalizó y otorgó longevidad al género.
Aunque es fácil pensar en esta pieza sólo como un éxito de la década de los 80, su impacto perdura. En festivales y conciertos de jazz moderno, es común ver músicos que incorporan tecnología en sus presentaciones, todo eso sin dejar de citar el ejemplo fundamental de Herbie Hancock. "Rockit" nos recuerda que, en música como en la vida, debemos abrirnos al cambio, aceptar nuevas expresiones, y ver el valor en todas las formas de arte, sean tradicionales o vanguardistas.
A medida que las generaciones más jóvenes exploran los sonidos que definen su tiempo, "Rockit" sigue siendo una fuente de inspiración. Para cualquier artista en ciernes, representa un faro que dice que no importa cuán radicales sean tus ideas, siempre habrá un espacio para ellas en el mundo si las defiendes con pasión y creatividad. Herbie Hancock, sin saberlo, legó confianza a esos espíritus creativos de mañana.
Por ello, "Rockit" no es solo una canción. Es un símbolo de lo que puede suceder cuando diferentes géneros, culturas y tecnologías se fusionan. Es una representación honesta de cómo las diferencias pueden coexistir y complementar unas a otras. Y eso es algo que debería resonar ahora más que nunca, en un mundo tan interconectado como el nuestro. No se trata solo de mirar al futuro; sino de aprender del pasado para crear un presente más inclusivo y lleno de posibilidades.