¿Alguna vez has sentido que estás viviendo en una película, donde el guion lo escribe otro? Para muchos jóvenes, ese guion es la religión con la que crecieron. Crecer dentro de un marco religioso no es algo raro; en muchas familias, amigos o incluso comunidades enteras, la religión se convierte en el eje central de sus vidas. Sin embargo, llega un momento en que algunas personas deciden tomar el control de ese guion y preguntarse qué es realmente importante para ellos, cuándo les beneficia una creencia y cuándo no. Surge aquí el viaje de desandar lo aprendido y empezar a escribir la propia historia. ¿Pero por dónde se empieza cuando uno siente que las respuestas que siempre conoció ya no encajan?
Recuperarse de la religión puede ser un proceso largo y complicado. Algunos pasan por esta transformación después de una experiencia negativa en su comunidad religiosa, mientras que otros simplemente empiezan a cuestionarse las enseñanzas que les han sido inculcadas. En cualquier caso, es un viaje profundamente personal que no tiene un camino único a seguir.
El acto de cuestionar una ideología, particularmente una tan arraigada como la religiosa, requiere coraje. Muchos enfrentan el temor de rechazar no solo las creencias que acogieron, sino también el riesgo de perder conexiones personales con seres queridos que valoran esas mismas creencias. En este contexto, los jóvenes de la generación Z, con su característica capacidad de cuestionamiento y su acceso a información diversa a través de internet, tienden a enfrentarse con más frecuencia y apertura a estas transformaciones.
Por otro lado, hay quienes ven la salida de la religión como una oportunidad para construir algo más acorde a sus valores auténticos. Para algunos, esto representa un despertar espiritual más amplio que no se encuentra limitado por reglas o textos antiguos. Ven la espiritualidad como algo personal, algo que puede implicar meditación, el contacto directo con la naturaleza, o seguir un camino espiritual único como el agnosticismo o el ateísmo.
Desde el punto de vista de las comunidades religiosas, esta tendencia puede resultar preocupante. Las instituciones religiosas a menudo sienten que están perdiendo a sus miembros más jóvenes, lo que a su vez puede llevar a un replanteamiento de cómo abordan el cambio cultural. Sin embargo, es comprensible que para muchos jóvenes, abrazar una religión de forma estricta se sienta como una imposición más que una libre elección.
El viaje de recuperación puede incluir sentimientos de culpa o confusión, especialmente si la religión fue una parte importante de la identidad de uno. Sin embargo, también puede ser liberador. Reconectar con valores internos que han sido suprimidos o ignorados proporciona una, en el verdadero sentido de la palabra, emancipación mental.
Apoyarse en otros que entienden lo que se está pasando es fundamental. Existen comunidades y grupos que ofrecen un espacio seguro para discutir y compartir experiencias relacionadas con el abandono de un entorno religioso restrictivo. Estos grupos pueden ser un salvavidas emocional en un momento de transición.
No debemos olvidar que muchas personas encuentran en la religión una fuente de consuelo y estructura de vida. Para ellos, la religión ofrece un sentido de pertenencia y propósito. Reconocer esto es esencial para desarrollar una conversación abierta y empática sobre el tema. Al final, cada camino es válido mientras se alineé con un sentido personal de autoveracidad y bienestar.
Al salir de la religión, aquellos que emprenden este camino aprenden a encontrar consuelo en su propio juicio y aprender a vivir con la incertidumbre que puede traer la vida. Ser capaz de formarse una identidad fuera de las limitaciones religiosas les da una oportunidad para reconstruir su relación con el mundo, basándose en la aceptación y el respeto por la diversidad de pensamientos. Irónicamente, este proceso puede hacer que algunas personas desarrollen un todavía más sólido sentido del yo y una noción más abierta y comprensiva de lo que significa ser humano.
De los grilletes de una doctrina, se pasa a los rizos infinitos de la autoexploración. Cada paso en la desconstrucción del viejo marco de creencias lleva a descubrir nuevas formas de entender, de existir, y sobre todo, de sentir. Porque al final, de eso se trata, de sentirse realmente libre siendo fiel a uno mismo y no sólo a lo que fuimos una vez.