Qué título tan intrigante, ¿verdad? Me refiero a esa exclamación que seguramente muchos trabajadores esenciales deben haber susurrado (o gritado sin reparos) durante los picos más duros de la pandemia de COVID-19. En medio del caos que sacudió al mundo entre marzo de 2020 y los meses siguientes, personas en campos como salud, servicios de limpieza, repartidores y trabajadores de supermercados enfrentaron una pesadilla mientras el mundo se adaptaba a una nueva normalidad. Estos valientes estaban en la línea del frente en numerosos lugares, desde hospitales bulliciosos hasta supermercados llenos de incertidumbre. Pero ¿por qué sus condiciones de trabajo, esenciales para nuestra supervivencia, a menudo parecían un infierno fresco para ellos?
Imagínate tener que enfrentarte a un riesgo constante en el trabajo para poder permitirte lo básico, mientras el reconocimiento llega con aplausos, pero no con aumentos salariales sustanciales o seguros de salud mejorados. Muchos de estos trabajos ni siquiera ofrecían un entorno seguro, con equipos de protección personal insuficientes al principio de la pandemia. Y, mientras algunos expresaban su agradecimiento desde el sofá de casa, otros sugieren que estos trabajos están un peldaño por debajo. Hay quienes creen que cualquiera podría hacerlos, que son puestos secundarios. Sin embargo, fueron estos profesionales quienes mantuvieron el funcionamiento esencial de la sociedad.
Por supuesto, surgen otras preguntas al mirar el tema desde un ángulo opuesto. Si bien hay quienes argumentan que estas profesiones deberían ser recompensadas generosamente, existen opiniones que contraponen este punto. Algunos piensan que incrementar el salario mínimo o mejorar los beneficios podría causar inflación o desincentivar el esfuerzo en otros sectores. Incluso, se ha discutido sobre si deberíamos diseñar trabajos que dependan tan críticamente de la presencia física de los individuos.
No obstante, hablando con la mayoría de trabajadores esenciales, se refleja el sentido de deber y la razón por la que continúan haciéndolo. Muchos expresan un sentido de orgullo y propósito en sus roles. Ellos son el tejido básico que mantiene a flote a una sociedad. Sin embargo, lo que resalta es la clara necesidad de un cambio sistémico en la manera en la que valoramos estos trabajos. En un mundo ideal, herramientas tecnológicas, mejoras de salario y beneficios no serían consideraciones posteriores, sino elementos primordiales del contrato laboral.
La historia nos enseña que los momentos de crisis suelen conducir a cambios significativos. Las reformas laborales del siglo XX nos muestran esto, y ahora, siendo una generación con una voz cada vez más potente, nos encontramos ante una oportunidad similar. Lo curioso es que ningún trabajador esencial pediría exactamente un infierno fresco, ¿cierto?
Los jóvenes adultos y adolescentes del Gen Z han demostrado ser una generación consciente, dispuesta a cuestionar el statu quo y empujar hacia un futuro más equitativo. La capacidad de influir no reside solo en demandas vocales, sino en dónde gastamos nuestro dinero, a qué cuentas seguimos en redes sociales y, sobre todo, cómo votamos en nuestros lugares de elección.
Tal vez podamos vislumbrar un futuro donde "¿Qué Infierno Fresco Es Este?" ya no sea una pregunta sino un recordatorio del cambio necesario. Un mundo donde valoramos el trabajo esencial no solo emocionalmente, sino económicamente y de manera justa. Escuchar a aquellos en estas posiciones, aprender sus historias y comprender sus desafíos podría ser la clave para reimaginar un mundo más equitativo, un esfuerzo que beneficiará a todos a largo plazo.