Pedro Septién, conocido cariñosamente como "El Mago", no era un simple comentarista de béisbol; era un hechicero del micrófono cuyo conjuro llegó a miles de hogares mexicanos. Nacido el 21 de marzo de 1916 en Santiago de Querétaro, México, se convirtió en una de las voces más emblemáticas y queridas del deporte en el país. ¿Qué hacía tan especial a este hombre? Durante casi seis décadas, su habilidad narrativa y comprensión enciclopédica del béisbol le permitieron transportar a los oyentes directamente al diamante, convirtiéndolos en testigos de un juego que no solo transcurría en el campo, sino también en sus corazones.
La carrera de Septién comenzó en la radio, un medio que en las décadas de los 1940 y 1950 era el rey de la difusión masiva. En ese entonces, no existían las transmisiones de alta definición ni las estadísticas actualizadas en tiempo real. Los locutores como Septién eran esenciales para traducir el espectáculo visual del juego en una experiencia rica y vibrante en el aire. Por eso su apodo de "El Mago" le venía como anillo al dedo: su voz era el pincel y el juego su lienzo.
Septién no solo narraba el juego, sino que lo hacía con una pasión y conocimiento que trascendían los límites del deporte. Sus relatos estaban aderezados con historias y anécdotas tanto de las grandes ligas como de la Liga Mexicana de Béisbol. Este enfoque le permitió conectar con una audiencia diversa, desde los aficionados más acérrimos hasta los oyentes casuales. Hacía que cada episodio deportivo fuera memorable, una obra de arte única en cada transmisión.
En un México que se transformaba de manera acelerada a lo largo del siglo XX, la figura de Pedro Septién se erigía como un puente entre generaciones. Para los abuelos, era la voz que les hablaba desde una radio a válvulas; para los padres, era el sonido familiar del fin de semana; y para los jóvenes, era el hombre que dotaba de significado aquellos nombres extranjeros que empezaban a aparecer en las frecuencias de FM. Había algo mágico en su forma de relatar que era más que la suma de sus historias: era una visión del deporte como un lenguaje universal.
Sin embargo, algunos critican su estilo por considerarlo demasiado florido para los tiempos acelerados de hoy. Es cierto que en una era donde TikTok y Twitter exigen brevedad, el tipo de narración en que Septién brillaba puede parecer extinto. Hay quienes prefieren la objetividad cruda frente al análisis financiero de las cifras detrás del juego. Otros, en cambio, sienten que una parte del alma del deporte se ha perdido en la transición hacia lo digital.
La empatía de Septién y su comprensión de las personas se extendían más allá de las luces del estadio. Era una figura accesible que usaba su plataforma para impulsar el talento local y llevar a la discusión pública problemas y temas que afectaban al entorno deportivo. En cualquier partido, veía oportunidades para educar a su audiencia sobre el contexto histórico, económico o social que lo rodeaba, ofreciendo una perspectiva más completa de aquello que estaba narrando.
La herencia de su trabajo es palpable hoy en día, no solo para sus oyentes, sino también para los comentaristas y periodistas deportivos actuales que buscan estar a la altura de su legado. Su dedicación marcó la pauta para una era donde el carisma y la pasión en la narración siguen siendo la piedra angular de un periodismo deportivo genuino.
Aunque Pedro Septién falleció el 19 de diciembre de 2013, su influencia sigue viva. "El Mago" se ha convertido en un símbolo de excelencia en la narración deportiva y, para muchos mexicanos, sigue siendo la voz por la que el béisbol cobra vida en su imaginación. Su obra nos recuerda que el deporte es más que un juego; está lleno de historias que las generaciones futuras continuarán escuchando y contándolas a su manera.
En un mundo cada vez más indiferente y frenético, recordar a figuras como Septién es vital para no perder de vista la magia de nuestros pasados comunes. Nos enseña a valorar el arte de contar y a reconocer que la verdadera esencia del deporte se encuentra en las vivencias y emociones compartidas.