Desentrañando la Galantería: Más que una Película

Desentrañando la Galantería: Más que una Película

Hay películas que se viven y no solo se ven, como "Oda a la Galantería", un filme que desafía las normas sociales en la era digital.

KC Fairlight

KC Fairlight

Hay películas que no solo se ven, sino que se viven, y "Oda a la Galantería" es una de ellas. Esta obra cinematográfica, dirigida por el innovador cineasta Joaquín Montiel en 2022, se estrenó en el vibrante marco del Festival de Cine de San Sebastián, España. La película no solo nos transporta a las intrincadas calles de Madrid, sino que nos sumerge en una reflexión intensa sobre las normas sociales modernas y la cortesía en la era digital. Al seguir la vida de un carismático escritor llamado Luis, "Oda a la Galantería" nos desafía a pensar en cómo nos involucramos con los demás en un mundo vertiginoso y a menudo desconsiderado.

Montiel aborda una cuestión clásica: ¿Qué significa ser cortés en un tiempo donde las interacciones se firman más con emojis que con apretones de manos? Luis, el protagonista interpretado magistralmente por el actor Eduardo Pérez, es un romántico empedernido en un mundo que a menudo ve su afabilidad como una rareza. La trama se centra en sus interacciones con Laura, una periodista que inicialmente ve su galantería con cierto escepticismo. A través de su relación, la película explora las dinámicas de poder, feminismo y el balance entre autenticidad y superficialidad.

Uno de los aspectos más llamativos de la película es cómo ilustra la interacción humana con un nivel de empatía pocas veces visto. Los momentos de silencio, las miradas y los gestos, todos cuidadosamente capturados, nos permiten sentir la profundidad de los personajes y entender sus luchas internas. Es una experiencia visual, sí, pero también emocional y mental, que nos recuerda la importancia de la comunicación más allá de las palabras.

Por supuesto, el filme no es tímido al presentar perspectivas divergentes. Montiel nos muestra un universo donde la adaptación es clave; donde ser amable puede percibirse como una vulnerabilidad en un contexto más competitivo. Mientras Luis defiende su creencia en la bondad humana, otros personajes aportan puntos de vista más cínicos sobre las intenciones ocultas detrás de cada acto de gentileza.

En cuanto a producción, "Oda a la Galantería" es un festín visual. La fotografía a cargo de Ana Castillo nos muestra un Madrid poblado de luces y sombras, con colores que se alinean con las emociones complejas de los personajes. La banda sonora, compuesta por Carlos Balerdi, fusiona lo clásico con lo moderno, acompañando cada escena de manera perfecta sin robar protagonismo.

En un sentido más amplio, la película resuena con los dilemas actuales a los que se enfrenta la Generación Z. La rapidez del mensaje de texto, la brevedad de una historia de Instagram, contrastan con la permanencia de una conversación cara a cara evocada por Luis. ¿Estamos perdiendo el arte de la conversación real? ¿Es posible ser genuinamente cortés en tiempos donde todos tienen prisa? Estas preguntas son centrales a la historia y probablemente reverberen en el público joven, que busca constantemente autenticidad en sus interacciones.

Los críticos han sido divididos en sus opiniones. Aquellos que han elogiado "Oda a la Galantería" destacan su enfoque artístico y su valentía temática. Sin embargo, algunos críticos más escépticos podrían argumentar que la película roza lo idealista, en un intento por retratar una realidad que posiblemente ya no existe. Montiel, sin embargo, no pretende ofrecer respuestas definitivas, sino más bien una oda a la coexistencia de múltiples verdades, donde la cortesía aún tiene un espacio.

No se puede negar que las amistades y relaciones retratadas en la película invitan a la introspección. Desde los cómicos intercambios entre Luis y su mejor amigo Karim, hasta los debates intensos entre él y Laura, "Oda a la Galantería" nos deja con el deseo de ser más conscientes de cómo tratamos a los demás.

Ver "Oda a la Galantería" es como recibir una ráfaga de aire fresco en una conversación sobre los modales y el respeto. Montiel invita al espectador a replantearse la conexión humana, igualmente relevante en tertulias digitales y encuentros físicos. Es una película que, en un mundo acelerado, se toma su tiempo para recordarnos la importancia del valor de las pequeñas cortesías, un recordatorio tanto necesario como encantador para la sociedad actual.