Uno pensaría que el mundo de la danza está reservado solo para quienes tienen la habilidad de saltar y girar en el escenario, pero Hal de Becker nos demuestra que no siempre es así. Deja que te cuente sobre este hombre, crítico de danza fermente, quien ha sido una figura influyente en el baile moderno estadounidense. Hal de Becker ha estado escribiendo sobre danza desde que llegó a Las Vegas en los años 60, convirtiéndose en una voz prominente que ha guiado a generaciones en la comprensión de las artes escénicas. A través de su vida profesional, de Becker ha sido un instrumento esencial en la promoción de la danza, no solo como arte, sino como una forma de vida en Estados Unidos.
Nacido en Viena, de Becker se trasladó a Nueva York, donde se formó en danza y trabajó junto a leyendas como Martha Graham. Sin embargo, fue en Las Vegas donde verdaderamente dejó su marca. Aquí, encontró el entorno perfecto para combinar sus percepciones críticas con su amor sincero por la danza. Aunque pareciera un lugar poco probable para un crítico de danza de su calibre, la vibrante ciudad del entretenimiento le ofreció una plataforma única y rica en diversidad escénica.
Algunos dirían que su estilo no era convencional, y quizá es cierto. Sus críticas son francas y, en ocasiones, punzantes. No obstante, de Becker nunca se dejó llevar por la moda o las tendencias dominantes; su prioridad siempre fue la tradición y la calidad. En su mundo, la excelencia y el arte genuino prevalecen sobre lo comercial. Este compromiso lo llevó a instaurar premios y apoyar a artistas emergentes, asegurando que la danza como disciplina mantuviera su integridad incluso en un mundo dominado por el espectáculo visual.
Lo que hace especial a de Becker es justamente su enfoque empático, a pesar de que su firmeza crítica pudiera interpretarse de otra manera. Comprendía a los bailarines, sabía de su labor extenuante y sus pasiones internas. Muchas veces, su crítica buscaba realzar esos esfuerzos invisibles para el público general, siendo un puente entre el artista y el espectador. La danza, más que un espectáculo, es para él una forma de arte que comunica a niveles invisibles y cautivadores.
Es cierto, en ocasiones sus detractores señalan que algunas de sus críticas pueden ser inconmensurablemente severas. Desde una perspectiva diferente, el enfoque de de Becker hacia la danza puede percibirse como elitista. En un mundo cada vez más inclinado hacia la diversidad y la apertura, su persistente devoción por ciertos estándares clásicos puede parecer algo anacrónico. Sin embargo, su contribución es innegable, informando y educando a una audiencia que a menudo subestima la profundidad de esta disciplina.
Hablar de Hal de Becker es mencionar a alguien que ha vivido todos los lados de la danza; desde ser un bailarín hasta criticarla desde la tribuna del análisis. En siglo y medio del arte moderno, pocos pueden presumir una influencia tan duradera y poderosa en una industria donde el cambio es constante. Aunque algunos lo llaman devoto a los tiempos pasados, otros lo ven como una auténtica inspiración, un modelo para aquellos que desean preservar la esencia de la danza más allá de los brillos comerciales.
Finalmente, a través del prisma de la crítica, Hal de Becker nos invita a un mundo donde cada paso en el escenario cobra vida a través de palabras. Nos recuerda que aunque podamos estar sumidos en una cultura que glorifica lo fugaz, la autenticidad y la profundidad son virtudes que no pasan de moda, enriqueciéndonos mucho más allá de lo superficial.