¿Te imaginas un mundo donde el hambre, la pobreza y la injusticia sean cosa del pasado? Ese es el sueño de "Hacia Cero". Este movimiento social y político, que está ganando tracción entre los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales desde hace unos años, busca reducir a cero el impacto de problemas serios en la sociedad: emisiones de carbono, desigualdad, y desperdicio, por nombrar algunos. El origen de esta tendencia se sitúa principalmente en Europa, pero su filosofía ya está traspasando fronteras.
Las iniciativas hacia "cero emisiones" se centran en revertir el daño que ya hemos causado al planeta. La idea es simple, pero ambiciosa: cortar el uso de combustibles fósiles al mínimo y sustituirlos por energías limpias como la solar o eólica. Esto además de fomentar prácticas ecológicas en diferentes industrias. Los jóvenes de la generación Z suelen ser muy conscientes de la importancia de proteger el medio ambiente, y este movimiento les ofrece un camino para canalizar esa preocupación hacia cambios reales.
Pero "Hacia Cero" no se detiene en aspectos medioambientales. Otro pilar fundamental es la reducción drástica de la desigualdad económica. Las brechas salariales continúan creciendo, y es un problema que no pasa desapercibido, especialmente en sociedades occidentales. Abogar por regulaciones gubernamentales más estrictas para asegurar un salario digno y unas condiciones de trabajo justas son algunos de sus objetivos tangibles. No obstante, no todos están de acuerdo con la idea de más regulaciones, argumentando que pueden restringir el crecimiento económico.
En paralelo, el concepto también actúa contra el desperdicio en todas sus formas. Desde la reducción de residuos plásticos hasta la implementación de economías circulares donde nada se deseche, sino que todo se reinvente o reutilice. La mentalidad de usar y tirar ha sido un estilo de vida que nos ha llevado a generar toneladas y toneladas de desechos, un lujo que no podemos permitirnos más.
Lo que hace a "Hacia Cero" una iniciativa fascinante es su capacidad para mezclar pragmatismo con idealismo. Ofrece un objetivo claro y cuantificable, pero no se cierra en sí mismo; es abierto a adaptaciones tomando en cuenta tanto las críticas como los logros. Los detractores argumentan que los costos iniciales para implementar los cambios necesarios pueden ser considerables, lo que podría detener el progreso en países con menos recursos. Esta crítica no carece de razón, por eso es crucial que la comunidad internacional colabore para que las naciones más vulnerables no se queden atrás.
En el paisaje político actual, los esfuerzos globales por "Hacia Cero" reflejan un choque de ideales. De un lado, un compromiso con un futuro más sostenible y equitativo; del otro, el miedo a una intervención estatal excesiva. Sin embargo, es innegable que el futuro pertenece a quienes se atrevan a imaginar y trabajar por escenarios radicalmente diferentes a los actuales. La clave radica en una cooperación sincera que supere fronteras y diferencias.
Por supuesto, el éxito de ningún movimiento social se consigue de la noche a la mañana, ni mucho menos sin resistencia. Históricamente, las transformaciones más significativas han surgido como respuesta a situaciones críticas. Quizás estemos en ese punto de inflexión donde más que una elección, "Hacia Cero" se convierte en una necesidad. Porque como siempre nos enseñaron desde pequeños, a menudo en casa, es mejor prevenir que lamentar.
Comprometerse con "Hacia Cero" es más que asumir una posición política, es una declaración de intenciones sobre el tipo de mundo en el que queremos vivir. Para gen Z, es una oportunidad de ser parte de una revolución que no sólo cambiará políticas y sistemas, sino que transformará profundamente nuestra relación con el planeta y entre nosotros mismos.