Los geckos americanos de pared, cuya primera impresión puede resultar sorprendente para más de uno que se encuentra con su ágil presencia en el hogar, son una escena cada vez más común en viviendas de ciertos climas cálidos. Estos pequeños reptiles, cuyo nombre científico es Hemidactylus mabouia, son originarios de África subsahariana, pero han hecho de América su segundo hogar gracias a la globalización y al transporte marítimo. No es raro encontrarlos en zonas urbanas, donde suben paredes como auténticos ninjas reptilianos.
Llegaron a América aprovechando las rutas comerciales, y se han adaptado sorprendentemente bien a regiones tropicales y subtropicales. Esto incluye Brasil, el sur de los Estados Unidos, y por supuesto, América Central. ¿Por qué se han quedado? Porque las áreas densamente pobladas y sus abundantes insectos les ofrecen un verdadero banquete. Y no olvidemos lo importante que es tener un refugio seguro, y las estructuras humanas les dan techos bajo los que cobijarse.
A pesar de su frecuente presencia en nuestras casas, los geckos de pared suelen ser inofensivos. Sin embargo, no todas las personas comparten un entusiasmo por estos huéspedes inesperados. Una preocupación común es que pueden propagar enfermedades. Pero por suerte, los estudios muestran que son portadores de riesgos muy marginales para la salud humana. De hecho, su dieta compuesta por una variedad de insectos molestos, como mosquitos y cucarachas, los convierten en aliado inadvertido en el control de plagas domésticas. Por lo tanto, aquellos a quienes no les importan sus repentinos avistamientos pueden disfrutar de un hogar un poco más limpio de insectos.
A nivel ecológico, el impacto de los geckos americanos de pared es una mezcla. En el lado negativo, pueden competir con especies locales de reptiles y afectar los ecosistemas donde no son nativos. Pero para ser justos, contribuyen a la diversidad genética si no desplazan a otros habitantes. Algunos advierten sobre el riesgo de la invasión, pero dado el control natural que ejercen y el mínimo daño demostrado en algunos casos, no siempre son una amenaza considerable. Además, en América Central y del Sur, tanto las condiciones climáticas como los depredadores naturales ayudan a equilibrar su población.
Por supuesto, no todos están convencidos de sus bondades. Hay quienes prefieren un hogar libre de reptiles, viendo en ellos indicios de desorden o desaseo. Aquellos que no son especialmente fanáticos de estos escaladores pueden emplear métodos humanos para cuidarse de sus inesperados compañeros. Algunos optan por mejorar o sellar bien las aberturas en sus hogares para evitar su acceso, y mantener un entorno libre de comida que atraiga a insectos. Así, muchos evitan problemas sin dañar a estos enigmas nocturnos.
Para las generaciones más jóvenes, criar geckos como mascotas es algo que viene ganando popularidad, en parte por su pequeño tamaño y fácil cuidado. Y aunque tener un gecko domesticado es diferente de cruzarse con el gecko americano de pared, la tendencia revela un creciente interés por las experiencias únicas que estos reptiles ofrecen. Este aspecto resuena bien con una generación que prioriza la diversidad y el respeto a todas las formas de vida.
Finalmente, los geckos de pared son unos sobrevivientes entusiastas, una lección de adaptación en un mundo cambiante. Aunque la relación entre los humanos y estos geckos está llena de variedad de opiniones, su historia de supervivencia y adaptación nos aporta una perspectiva refrescante sobre la resiliencia. Así que la próxima vez que sus manos palméen al compás de las paredes del cuarto, sabremos que, de alguna manera, en este mundo compartido, también hay lugar para ellos.