En la siempre vibrante y a veces caótica Venecia, se encuentra una cinta que te invita a adentrarte en su extraña pero entretenida narrativa: Érase una vez en Venecia. Esta película, estrenada en 2017, es una mezcla única de comedia y acción que no rehuye de situaciones hilarantes y sorprendentes. Cuenta la historia del detective privado Steve Ford, interpretado por el siempre carismático Bruce Willis, quien debe recorrer las pintorescas y un tanto peligrosas calles de Los Ángeles (no, no realmente Venecia, sino su barrio en California) para encontrar a su perro robado. A lo largo de la película, se cruza con personajes tan peculiares como entrañables, interpretados por figuras como John Goodman, Jason Momoa y Famke Janssen.
Al principio, podrías preguntarte por qué alguien debería preocuparse por recuperar a un perro robado en una ciudad llena de problemas más grandes, pero este trabajo parece cobrar sentido a medida que avanzamos en la historia. La película no solo trata sobre la misión de Steve para recuperar a su mascota, sino que explora el caos y las complejidades de una ciudad donde lo esperado y lo improbable se mezclan en extrañas proporciones. Para muchos, la narrativa proporciona un escape fresco y unas cuantas risas que bien merecen la pena.
La crítica ha tenido opiniones divididas sobre Érase una vez en Venecia. Mientras algunos sienten que la fórmula sigue siendo una divertida mezcla de acción y comedia, otros opinan que depende demasiado de clichés y humor fácil. Es cierto que los guiones originales son difíciles de encontrar, y esta película parece un homenaje deliberado a las historias de detectives que tanto hemos disfrutado. Sin embargo, aquellos que esperan una obra maestra cinematográfica pueden sentirse decepcionados, ya que la fórmula puede sentirse un poco repetida.
Una de las razones por las que Érase una vez en Venecia se destaca es su elenco estelar, que aporta un aire de legitimidad y magnetismo al proyecto. Bruce Willis aporta su típico sentido del humor seco y su capacidad para la acción, mientras que John Goodman representa a un amigo en problemas que, aunque esté en una situación crítica, no deja de sumar momentos de humor al film. Y por otro lado, tenemos a Jason Momoa interpretando al colorido villano Spyder, un traficante con un inesperado sentido del estilo.
A pesar de sus defectos, la película ofrece una visión sobre cómo una misión personal puede convertirse en algo más significativo en un contexto más amplio. A veces, lo personal es político sin que lo planeemos; luchamos por lo pequeño pero acabamos enfrentándonos a cuestiones más grandes e interconectadas. Todo esto está envuelto en una narrativa en la que el sentido de comunidad y el humor son vitales, incluso entre las balas y las persecuciones de coche.
Para quienes consideran que el cine debe tener un propósito claro y social, Érase una vez en Venecia podría tener algo que ofrecer. Aunque a primera vista podría parecer una simple narración de un héroe en búsqueda de su perro perdido, también puede ser visto como un comentario sobre cómo los problemas sistémicos más grandes aparecen en los desafíos pequeños y personales.
La película, en su esencia, refleja el sentimiento general de tiempos inciertos. A pesar de ser una representación más ligera del caos, parece resonar con aquellos que sienten que el mundo actual también se encuentra en un estado constante de confusión. Y aunque tomemos esta historia de tal manera que solo sea un entretenimiento casual, es posible que nos brinde unos momentos para descansar de la vida cotidiana mientras nos mantiene al tanto de la conexión entre lo personal y lo social.
Para el público joven, la película también es un recordatorio de lo importante que es mantenerse fiel a uno mismo y proteger lo que amas. Este mensaje se repite entre las bromas y las escenas de persecución y, aunque tiene un tono ligero, invita a la reflexión sobre cómo el mundo de hoy requiere una línea fina entre acción y conciencia social.
Al final, Érase una vez en Venecia es una invitación a mezclar acción tradicional con un toque de reflexión. Tal vez no sea el éxito que esperábamos, pero es un recordatorio más, envuelto en risas y adrenalina, de que el cine puede ser ligero y aún así dejar una impresión duradera.