Si alguna vez te has preguntado cómo puede un lápiz contar historias de amor y guerra, te invito a conocer "El Lápiz del Carpintero" de Manuel Rivas. Publicada en 1998, esta novela se ambienta en la Galicia de la Guerra Civil Española. Es una obra atrapante que combina realismo mágico con un retrato vívido de aquellos tiempos turbulentos. La trama gira en torno a un triángulo amoroso entre un médico llamado Daniel Da Barca, un artista llamado Heriberto Bens y una enfermera llamada Marisa Mallo. El lápiz que maneja el artista se convierte en testigo de sus vidas, cargando con el peso de sus vivencias.
Manuel Rivas, un escritor gallego dotado, es conocido por su uso hábil del lenguaje, cargado de simbolismo. El carácter humano de Rivas se refleja en la compasión con la que pinta a sus personajes, especialmente en tiempos de gran sufrimiento. Su escritura resuena con empatía, incluso hacia aquellos con quienes podría no estar de acuerdo políticamente, como lo demuestra en la representación del guardia Herbal, quien complica la visión simplista de 'buenos vs. malos'. Rivas invita al lector a cuestionar el lado en el que están, abriendo una puerta al diálogo y a la comprensión, rasgos clave de una sociedad liberal.
Lo que llama la atención en esta historia es el uso del lápiz como símbolo. Es más que una simple herramienta; es una manifestación de las esperanzas, los miedos y las resistencias que habitan en sus personajes. Mientras Herbal, una sombra que acecha a los protagonistas, observa la relación que florece entre Marisa y Daniel, encuentra en el lápiz de Heriberto una especie de escape o quizá de conciencia. Este objeto aparentemente trivial se convierte en un personaje con vida propia, testigo mudo pero elocuente de los acontecimientos.
La novela no teme sumergirse en las complejidades de la vida durante uno de los capítulos más oscuros de la historia de España. Explora los horrores de la guerra, pero nunca deja de lado la humanidad de sus personajes. Adamás, "El Lápiz del Carpintero" ofrece un esbozo sentimental sin perder el humor negro. Su forma de mezclar elementos realistas con toques de lo surrealista permite que las historias dentro de la historia florezcan y evoquen una rica gama de emociones.
Rivas construye una conexión fuerte entre los personajes y el lector. Lo hace con una conciencia social aguda que retrata no solo la vida personal de los personajes, sino también su contexto social y político. Esta conexión conecta con la audiencia joven de gen Z, siempre consciente de la interculturalidad y el impacto global en lo personal.
Sin embargo, algunos podrían argumentar que Rivas toma ciertas libertades al retratar un tiempo y un conflicto tan cargados. Para unas personas, puede parecer que ofrece una visión demasiado amable de cierta gente en un contexto que, en su mayoría, fue brutalmente despiadado. Pero es precisamente la intención de Rivas romper estas barreras, ponerse en los zapatos ajenos y ver sus perspectivas.
Inclusive, cuando el contexto político de la obra puede parecer distante, divide aguas entre quienes se benefician de la empatía y quienes la consideren gratuita. Esto sucede a menudo en discusiones sobre libros históricos y sus derechos a interpretar eventos.
Por otro lado, es valioso cómo la novela representa el estrés y los dilemas morales de aquellos tiempos. Hay una conexión emocional profunda con sus personajes, una empatía que se transpira y una honestidad que pocos escritores logran. Rivas nos ofrece una visión que a veces es cruda pero necesaria para que podamos comprender los sacrificios y las fortunas acumuladas incluso en tiempos de horror.
En "El Lápiz del Carpintero", los jóvenes descubren que las historias de amor no siempre son sencillas y que la historia es más compleja que lo que vemos en nuestros libros de texto. De alguna manera, Rivas nos deja con las piezas de un rompecabezas, ofreciendo la posibilidad de construir nuestra propia interpretación de la España de entonces, de los seres humanos que estuvimos allá. Manuel Rivas recuerda al lector que tanto el amor como la guerra pueden pintar vidas enteras en un lienzo de víctimas y sobrevivientes. Se invita a los lectores a escuchar las voces del pasado, guardar los recuerdos y, sobre todo, a seguir pensando de manera crítica, asumiendo el diálogo como el fin más coherente.
Así, esta obra se convierte en una lectura obligatoria para aquellos que en su postura liberal encuentran la magia del entendimiento dentro de una historia tan trágica y hermosa como esta. Es un recordatorio de que incluso en las peores circunstancias, el arte tiene mucho que decir.