Imagínate despertarte un día y darte cuenta de que hay múltiples versiones de ti mismo, cada uno llevando un fragmento de tus habilidades, conocimientos y emociones. Esta es la intrigante premisa de "Dividiendo a Adam", la novela juvenil escrita por Marcos Pérez. Publicada en 2020, esta obra nos sumerge en un viaje surrealista donde Adam, un joven adolescente, se encuentra experimentando con un proyecto científico que sin querer fragmenta su ser en varias partes. Desde su dormitorio transformado en laboratorio, Adam aprenderá mucho sobre quién es realmente, y, en un reflejo más grande, sobre lo que somos todos nosotros.
La novela no solamente aborda la ciencia ficción, sino que toca temas profundos como la identidad, la amistad y la propia aceptación, resonando fuerte con la generación Z, una generación en constante búsqueda de significado y autenticidad. Sin embargo, no todos los personajes están de acuerdo en que la fragmentación de Adam sea algo positivo. Algunos amigos y familiares, al ver cómo cambia su comportamiento, sienten inquietud e incluso temor. Las múltiples versiones de Adam reflejan nuestras facetas internas, aquellas que raramente mostramos al mundo. Este tópico, sin duda, genera empatía y también debate. ¿Es una bendición o una maldición el ser confrontado con todas nuestras partes?
Muchos lectores se ven atrapados por la habilidad del autor de conectar ciencia y emoción. Sin embargo, hay quienes piensan que la ciencia en la novela no es realista, criticando la falta de fundamentos teóricos sólidos. Este contraste refleja una división entre aquellos que buscan precisión en la ciencia ficción y aquellos que valoran más el impacto emocional y el desarrollo del personaje. Por otro lado, las generaciones más jóvenes tienden a enfocarse menos en la viabilidad científica extrema y más en lo que la historia les brinda en términos de experiencia y crecimiento personal.
En "Dividiendo a Adam", Marcos Pérez explora la presión social, el auge del individualismo digital y cómo ambos pueden colisionar en el espacio íntimo de nuestro ser. Esta obra es un claro recordatorio de que la tecnología y la ciencia, mientras avanzan a pasos agigantados, deben ser balanceadas con la humanidad y la empatía. La ficción se convierte en un espejo donde la ciencia y las emociones se miran fijamente, cada una imponiendo sus retos al lector.
La magia de la novela reside también en los personajes secundarios que ofrecen puntos de vista diversos. Está Carla, llena de optimismo, quien ve las múltiples versiones de Adam como una oportunidad para que él se entienda a sí mismo en profundidad. Luego tenemos a Tomás, más reservado y temeroso frente a lo que considera una alteración peligrosa. Su postura reactiva hace pensar en lo que muchos sienten cuando enfrentan lo desconocido: miedo y rechazo natural, pero también una posibilidad de cambio.
Es innegable que "Dividiendo a Adam" presenta una narrativa que apela a las inquietudes actuales de los jóvenes. Temas como la autoaceptación y la multiplicidad de la identidad resuenan especialmente en una era donde las redes sociales permiten mostrarnos fragmentos de nuestras vidas, a menudo muy seleccionados y editados. Algunas personas critican la novela por ser demasiado optimista o alejada de la realidad, pero esas críticas parecen minoritarias en comparación al impacto positivo que ha tenido en muchos lectores que buscan historias significativas.
El título nos deja pensando: ¿cuántas versiones de nosotros mismos existen? Marcos Pérez nos sugiere que cada parte de Adam merece ser escuchada, entendida y, sobre todo, integrada. Para la generación Z, acostumbrada a luchar contra etiquetas y limitaciones, esta obra brinda un espacio seguro para reflexionar sobre la pluralidad del yo.
A través de la lectura de "Dividiendo a Adam", los jóvenes empiezan a cuestionarse si lo que vemos en el espejo es realmente todo lo que somos. Al mismo tiempo, la novela sugiere que nuestras partes, aunque pueden parecer incompatibles, forman un todo que vale la pena entender y celebrar. La novela insinúa una nueva forma de unidad, una donde todos nuestros fragmentos viven en armonía, reflejando nuestro verdadero yo al mundo.