Deja Morir a la Bestia: Reflexión sobre un Mundo Cambiante

Deja Morir a la Bestia: Reflexión sobre un Mundo Cambiante

_Deja morir a la bestia_ nos invita a cuestionar el sistema que nos oprime, usando la metáfora de un pueblo que lucha contra sus propios miedos y estructuras. Es una obra valiente y crítica del teatro contemporáneo en Buenos Aires.

KC Fairlight

KC Fairlight

¿Alguna vez has sentido que la manera en que miramos el mundo necesita un cambio drástico? Deja morir a la bestia es una obra de teatro que se presentó en 2023, en Buenos Aires, la cual nos invita a cuestionar esa estructura que nos atrapa. Creada por la compañía teatral local, "Teatro Rebelión", en su producción más ambiciosa hasta la fecha, esta pieza se convierte en un grito urgente desde el escenario.

La trama sigue la historia de un pueblo imaginario que simboliza las cicatrices de nuestra sociedad moderna. El escenario, diseñado para parecer tan real que casi puedes sentir el calor sofocante de la injusticia, muestra a sus habitantes resistiendo contra una bestia metáfora de sus propios miedos, sistemas opresores y el orden social que parece intocable. La obra es una crítica abierta hacia nuestros patrones repetitivos y destructivos que, en el fondo, nadie se atreve a enfrentar por completo.

Con un elenco brillante, cada personaje encarna diferentes perspectivas que ayudan a explorar el tema central: ¿por qué seguimos habitando un sistema que nos limita y aprisiona? Personajes como el soñador joven que plantea nuevas ideas o la anciana sabia que recuerda tiempos pasados, representan diálogos que resuenan con las audiencias jóvenes que buscan un cambio tangible y alejarse del conformismo.

Lo interesante de Deja morir a la bestia es cómo se atreve a poner el dedo en la llaga, tratando temas que para algunos resultan incómodos, pero necesarios. Dentro de una narrativa teatral que mezcla el realismo con lo surreal, el guion no es indulgente con el statu quo. Nos convence de que no todo es blanco o negro, y nos recuerda que las esperanzas utópicas, aunque críticas por algunos, deben permanecer vivas. Sin embargo, también logra poner en perspectiva las posturas opuestas sin demonizarlas, haciendo hincapié en que todas las opiniones tienen un espacio en el diálogo público.

Si bien el tema puede parecer un poco pesimista, el enfoque de la obra es todo lo contrario. Es una llamada de atención para que el público no solo se sumerja en la desesperación de lo que no va bien, sino que también visualicen oportunidades para cambiar. En este contexto, el mensaje se convierte en una especie de antídoto que nos confronta, retándonos a dejar morir esa "bestia" que es el orden actual, un paso necesario si queremos seguir adelante con un enfoque más humano e inclusivo.

La obra se presentó con gran respuesta en festivales de teatro alternativo, y ha sido objeto de varios debates posteriores sobre la responsabilidad individual y colectiva. Está claro que una de las fortalezas de esta puesta en escena radica en su capacidad para resonar con el público, motorizando más ideas para el cambio. Puede que no todo el mundo esté de acuerdo con la radicalidad de sus ideas, pero esa es justamente la esencia del arte: provocar pensamiento y discusión.

Su éxito también puede atribuirse a la autenticidad con la que conecta con su audiencia, particularmente con la Generación Z, que se caracteriza por la búsqueda constante de justicia social y nuevas manifestaciones culturales que representen su visión del mundo. Esta generación, que ha crecido entre avances tecnológicos pero también problemas mundiales crecientes, encuentra en proyectos artísticos como estos una forma de expresión y una manera de señalar las injusticias sistémicas.

En definitiva, Deja morir a la bestia es el tipo de obra que hace sentir que el teatro sigue siendo relevante y poderoso. Es un recordatorio de que el simple acto de sentarse en una sala, con luces y actores que transforman historias en vivencias compartidas, sigue siendo una herramienta política. Quizá no sea la solución completa, pero es el catalizador necesario para el cambio, que empieza desde cada conversación hasta cada pequeña acción diaria.

El teatro, como en este caso, nos ayuda a ver la realidad desde una nueva perspectiva, invitándonos a romper con moldes antiquísimos y a construir un futuro con menos bestias. Para aquellos que alguna vez han sentido la necesidad de desafiar la corriente tradicional, este tipo de expresión se convierte en una señal de que ese cambio, aunque desafiante, es posible y sobre todo, urgente.