Imagina un líder que, a pesar de las controversias y las presiones políticas, continúa guiando el destino de una nación con una visión persistente y un horizonte incierto. Bien, eso fue exactamente lo que sucedió con Jawaharlal Nehru durante su cuarto ministerio en la India. Oficialmente, este periodo comenzó el 2 de abril de 1962 y se extendió hasta su muerte el 27 de mayo de 1964.
Nehru, primer ministro desde la independencia de la India en 1947, enfrentó múltiples retos durante esta etapa: un conflicto armado con China, tensiones internas en el Congreso Nacional Indio, y cuestiones socioeconómicas que amenazaban el crecimiento del país. En este contexto, Nehru abordó su agenda política con el idealismo de siempre, pero ahora con el peso añadido del desencanto de muchos de sus compatriotas.
En 1962, la Guerra Sino-India puso en tensión la postura pacifista de Nehru respecto a la política exterior. Esta guerra trajo consigo un golpe no solo estratégico sino moral para el país y su gobierno, sacudiendo la confianza del pueblo en la capacidad de Nehru para proteger la soberanía nacional. A pesar de estas dificultades, Nehru defendió sus principios y optó por fortalecer las relaciones diplomáticas y mejorar la defensa sin perder su carácter no alineado.
Además, la política interna no fue más benigna. Nehru lidió con fraccionamientos en su partido, donde las luchas de poder se volvieron cada vez más evidentes. Una nueva generación de líderes con ideas frescas, pero ansias de cambio rápido, cuestionó el ritmo de las reformas de Nehru, poniendo a prueba su liderazgo dentro del Congreso. Sin embargo, defendía sus políticas socialistas leves, enfocándose en la planificación económica y el desarrollo industrial para alimentar el crecimiento sustentable a largo plazo de la India.
En medio de su cuarto mandato, Nehru también se enfrentó con desafíos económicos significativos. La India estaba en plena fase de despegue industrial, y Nehru sentía la urgencia de balancear el progreso con la justicia social. Sin embargo, el énfasis en las industrias básicas y el ampliado sector público no trajeron la prosperidad inmediata que muchos esperaban. Esto suscitó cierto nivel de impaciencia y escepticismo en la población, que en ocasiones veía sus políticas como idealistas pero inefectivas.
Pese a estos obstáculos, Nehru dejó un legado en educación y ciencia, estableciendo numerosas instituciones de investigación y enseñanza superiores que sentarían las bases para el crecimiento futuro del país. Al mismo tiempo, promovía la igualdad de género y la eliminación de las castas, valores que continuarían inspirando las políticas públicas en el país por décadas.
Nehru también estuvo abierto a escuchar críticas y, en algunos casos, ajustó sus políticas para atender a las urgentes necesidades del pueblo indio. Esto muestra la dualidad de su liderazgo: apasionado en su visión pero flexible cuando se enfrentaba con la realidad política y social, lo que le permitió mantenerse en el corazón de la política india a pesar de las oposiciones internas y externas.
En la esfera internacional, Nehru se mantuvo como un faro del Movimiento de los Países No Alineados, promoviendo una postura independiente en una era dominada por la bipolaridad de la Guerra Fría. Aun cuando enfrentó tiempos difíciles, su influencia se mantuvo fuerte en la promoción de una política mundial no segmentada, buscando el diálogo antes que la confrontación.
Muchos críticos contemporáneos y modernos argumentan que los fallos de Nehru en su cuarto ministerio, especialmente en términos de defensa y economía, fueron las semillas de los problemas que vendrían a afligir a la India a largo plazo. Al mismo tiempo, sus defensores destacan su liderazgo visionario y sus intentos sinceros de reformar y modernizar una sociedad compleja y diversa en una era de rápidos cambios. Incluso en la cultura pop, generaciones del milenio y gen Z en India recuerdan los dilemas de Nehru como reflejos ricos de los desafíos crónicos y las esperanzas perennes en la evolución sociopolítica de la India.
Así que, aunque el cuarto ministerio de Nehru estuvo plagado de retos y críticas, también fue una etapa de reflexión y redefinición que influyó en la política india durante mucho tiempo después de su partida. Sus acciones y decisiones de esos años continúan resonando, proporcionando valiosas lecciones sobre liderazgo, perseverancia y la naturaleza inquebrantable de seguir luchando por los ideales incluso en tiempos difíciles.