Imagina esto: un grupo de corredores se alista para una competencia masiva en un parque protegido mientras una nube de humo industrial flota amenazantemente sobre el horizonte. En Chile, cada año, los "Corredores y Contaminadores" se reúnen para maratones y eventos deportivos, al mismo tiempo que se discute el impacto del carbono y la conciencia ambiental. Los corredores participan con ropa deportiva de última generación, y detrás de ellos, las industrias contaminantes transforman el aire puro en un bien escaso, comprometiendo la salud y el futuro del mismo espacio que estas personas aman.
Nuestro planeta enfrenta desafíos enormes. Sin embargo, el deseo humano por mantener nuestras tradiciones deportivas y, al mismo tiempo, desarrollar industrias revela una gran paradoja. Corramos por causa de la salud propia mientras ignoramos la salud del medio ambiente. Aquí radica la cuestión: ¿puede la pasión por el deporte coexistir con la necesidad de un cambio sistémico para detener la contaminación?
La verdad es que en este grupo diverso de corredores y contaminadores no todos ven el mismo panorama. Muchos creen firmemente en que el atletismo promueve una vida más saludable. Al mismo tiempo, ponen en marcha iniciativas verde como reforestación y reciclaje, intentando equilibrar su contribución a la comunidad con un impacto ambiental positivo. Sin embargo, hay quienes sostienen que la mera existencia de eventos masivos como maratones aumenta la huella de carbono, desde vuelos, pasando por traslados, hasta la misma organización del evento.
Las ciudades que albergan estos eventos, que van desde Santiago hasta playas paradisíacas, enfrentan un dilema tangible. Por un lado, el impacto económico positivo proveniente del turismo y las actividades relacionadas al deporte. Por otro, las consecuencias medioambientales de permitir liberadamente contaminación a cambio de crecimiento económico. Este es un dilema real con el que nuestras generaciones tendrán que lidiar, y lo estamos viviendo ahora.
Claramente, debemos encontrar una manera de equilibrar estos intereses opuestos. Ahí entra la responsabilidad corporativa y gubernamental, quienes deben implementar políticas más allá de los eventos individuales. Desde restricciones a las emisiones industriales hasta el fomento de energías renovables, son pasos que deben darse. Muchos jóvenes hoy exigen transparencia y acciones que reflejen un cambio genuino.
Es vital recordar que la lucha no es sólo contra empresas y políticas sino también relacionada con nuestras decisiones personales. Si se promueve una vida más saludable corriendo, es consecuente demandar un ambiente saludable para practicarlo. Podemos asistir a un maratón y aun así elegir un transporte público para llegar, o rechazar productos con empaques innecesarios, adoptando hábitos más conscientes.
Entender y aceptar la dificultad de estos problemas es el primer paso. Es emocionante ver a la Gen Z tomar las riendas en estas discusiones, impulsando movimientos y buscando cambios que se hagan sentir. Cientos de jóvenes están tomando las calles no solo para correr, sino para exigir que las políticas reflejen sus valores.
Por supuesto, no todos ven con buenos ojos el enfoque verde de las nuevas generaciones. Los críticos denuncian que demandan cambios drásticos que podrían tener un impacto negativo en la economía y en nuestra calidad de vida tal y como la conocemos. Aun así, es precisamente esta resistencia al cambio lo que obstaculiza nuestro avance en la búsqueda de soluciones sostenibles.
Necesitamos ser creativos, ambiciosos y colaborativos. Esta es una tarea que no se resolverá de la noche a la mañana, pero podemos comenzar a transformar nuestra relación con el entorno. Ser conscientes de nuestras acciones y sus repercusiones será una diferencia importante en cómo abordamos estos retos.
La generación actual entiende los desafíos y está lista para enfrentarlos. A medida que participamos en eventos deportivos o industriales, asumamos la responsabilidad de buscar un equilibrio. Sigamos corriendo, pero también transformemos el terreno sobre el que corremos, para que las generaciones futuras puedan disfrutarlo tanto como lo hacemos hoy.