Ser comensal puede sonar como una tarea trivial, pero si entiendes su significado, puede cambiar tu perspectiva sobre la alimentación y la vida. Comensal es aquel que comparte una mesa y comparte su tiempo, su diálogo, y sí, también sus alimentos. Desde tiempos inmemoriales, las mesas han sido lugares de encuentro y discusión, de unión y confrontación, donde la comida es la excusa perfecta para reunir a las personas. En nuestra actualidad, en donde muchos prefieren comer enfrente de una pantalla más que en una mesa compartida, el concepto de ser comensal ha sido golpeado y deformado. Vivimos tiempos en que a menudo nos olvidamos del simple placer de compartir la mesa.
El arte de ser comensal es también el arte de conectar. Estar sentado en una mesa junto a otros, mirar a una persona a los ojos mientras masticas una ensalada o compartes un trozo de pizza, es una conexión que a veces escasea. Las charlas que surgen al compartir el pan pueden ser de los temas más triviales o de las cuestiones más profundas, pues la comida es un lenguaje universal que todos entendemos. Cada platillo, cada bocado, lleva con él historias, recuerdos y sentimientos. Y es por eso que ser comensal trasciende solo comer alimentos; es estar abierto a experiencias, culturas y nuevas amistades.
Nuestra generación, que es testigo y partícipe de una era tecnológica, también tiene el desafío de balancear y rediseñar nuestras interacciones sociales. De repente, somos capaces de unirnos a una reunión por Zoom para cenar virtualmente con amigos del otro lado del mundo. Sin embargo, no hay sustituto real para el contacto humano. El debate está presente: ¿Nos estamos aislando en busca de comodidad personal o estamos innovando en la forma en que nos conectamos? Gastar tiempo con otros en una comida puede parecer una pérdida de tiempo para algunos, pero su valor puede medirse en bienestar emocional, en lazos fortalecidos, en el enriquecimiento de nuestras almas.
En un contexto social y político más amplio, ser comensal también significa conocer la procedencia de los alimentos, entender las cadenas de producción y los derechos de quienes trabajan en el sector agrícola. En el mundo actual, donde el calentamiento global y los derechos laborales son temas de conversación diaria, un simple acto como cenar se transforma en un acto político. Ser consciente de lo que escogemos para alimentarnos, es también ser consciente de las consecuencias de nuestras decisiones. Entender que hay tratos justos e injustos no solo en el pago, sino en el respeto al medio ambiente, es fundamental para ser un comensal responsable.
La oposición a esta consciencia puede argumentar que no es suficiente preocuparnos por cada producto que consumimos; que el problema es mayor y más estructural. Pueden señalar que a veces, las opciones que parecen las más humanas o ecológicas, no lo sean tanto una vez que se analizan profundamente. Sin embargo, también está la perspectiva de que cada pequeña acción suma a una reacción en cadena. Si al menos comenzamos a ser conscientes de que nuestro rol de comensal impacta más allá de nuestro plato, estamos ya dando un paso a un cambio significativo.
Cultivar el espíritu de conocer la historia detrás de nuestros alimentos, de valorar compartir una comida con alguien independientemente de su raza, ideología o género, es una hermosa manera de expandir nuestra empatía y comprensión del mundo. Como generación, somos apasionados, nos importa el cambio y buscamos ser la diferencia. Así que, estar consciente de la importancia de ser comensal, no solo es una decisión personal, sino un pequeño acto de rebeldía contra una sociedad que a menudo prioriza la rapidez y la eficiencia sobre la conexión humana.
Y mientras el mundo sigue cambiando, seguir sentándonos a la mesa, en persona o en espíritu, sigue siendo uno de los más profundos actos de amor y comunidad que podemos realizar.