Imagina vivir en un mundo donde la seguridad es la preocupación primordial y la solución parece ser enterrar tu vida diaria bajo una capa de tierra. Esto es la esencia de "búnkerizado", un término que ha ganado fuerza especialmente tras los eventos mundiales recientes. Los búnkers han captado la atención de muchas personas preocupadas por el cambio climático, los conflictos globales y el futuro incierto del planeta. Aunque surge principalmente en países desarrollados como Estados Unidos y algunos de Europa, la idea del aislamiento seguro se está difundiendo.
El concepto de búnkerizado no es nuevo; se basa en la construcción de refugios subterráneos diseñados para soportar desastres naturales o conflictos bélicos. Sin embargo, su reciente incremento está fuertemente vinculado a un contexto mundial lleno de incertidumbre. En particular, después de episodios como la amenaza nuclear creciente en la última década, la pandemia del COVID-19 y las advertencias constantes sobre el cambio climático. Todo esto ha creado una nube de miedo e inseguridad que lleva a muchos a considerar esta opción extrema.
Para algunos, el búnker simboliza una última línea de defensa, un lugar donde proteger a la familia y los bienes. Alejandro, un emprendedor tecnológico de San Francisco, invirtió más de un millón de dólares en un búnker equipado con sistemas de seguridad de última generación y provisiones para un año. Alejandro explica que para él, la inversión no es tanto sobre el miedo, sino sobre estar preparado.
La idea de búnkerizado despierta una serie de opiniones divisivas. Quienes están a favor argumentan que es mejor prevenir y estar listos para cualquier escenario que culmine en un colapso total. Mientras tanto, los críticos ven en esto una señal de desesperación o, incluso, una manifestación más del privilegio económico. Porque, seamos honestos, construir y mantener un búnker de estas características no es barato y está al alcance de muy pocos.
A pesar de estos debates, lo cierto es que el búnker representa una cierta independencia del caos exterior, una solución casi utópica en momentos de crisis intensas. Personas como Lisa, una activista ambiental de Berlín, aprecian la autarquía que ofrecen estos refugios, mientras que señalan la necesidad de usar nuestros recursos para cuidar del medio ambiente, evitando llegar al punto de necesitar un búnker.
Es importante recordar las implicancias sociales de este fenómeno. La idea de que unos pocos pueden encontrar refugio mientras la mayoría queda expuesta a peligros inevitables presenta un dilema ético. Incluso dentro de comunidades globales comprometidas con la unión y colaboración, la búnkerización puede ser vista como la personificación del salvamento individual en vez del colectivo.
La naturaleza humana está intrínsecamente unida al deseo de supervivencia. Sin embargo, construcciones como estos búnkers invitan a reconsiderar nuestro enfoque hacia los problemas del mundo actual. Quizás, en lugar de cavar cada vez más profundo para encontrar seguridad, deberíamos enfocarnos en construir puentes de cooperación y esfuerzos comunes para mejorar la resiliencia de nuestras comunidades.
Más allá de las influencias históricas y modernas, el fenómeno de búnkerizado nos refleja el estado emocional del mundo hoy en día, un espejo de nuestras ansiedades colectivas. Y mientras los búnkers subterráneos son un resguardo físico, también se vuelve esencial buscar maneras de encontrar seguridad emocional y social sobre la superficie.