Cuando un carro de guerra se estrella en la gran pantalla, resulta en una combinación explosiva de emoción y polémica. La película Ben-Hur del 2016, dirigida por Timur Bekmambetov, es una readaptación del clásico de 1959 y, aunque intenta revivir la épica historia del príncipe judío Judah Ben-Hur, termina atrapada entre la majestuosidad del pasado y las expectativas modernas. Estrenada el 9 de agosto de 2016 en Ciudad de México, promete acción y redención, llevando al público nuevamente a la antigua Jerusalén con un presupuesto monumental de 100 millones de dólares.
El elenco, encabezado por Jack Huston como Judah Ben-Hur y Toby Kebbell como Messala, nos cuenta la historia de una amistad traicionada en el telón de fondo repleto de intriga religiosa y política del Imperio Romano. Sin embargo, en una época donde los remakes no siempre son recibidos con entusiasmo, Ben-Hur enfrentó críticas tanto de fanáticos del cine clásico como de una audiencia que esperaba más que el espectáculo visual que ofrece.
Por un lado, la película ofrece efectos especiales impresionantes y una fotografía que intenta capturar la magnificencia del imperio romano. La velocidad y el dinamismo de las escenas de carreras de cuadrigas son, sin duda, espectaculares y cumplen el objetivo de mantener al espectador al borde de su asiento. Algunos críticos argumentan que la acción es el punto fuerte del filme, destacando como la película brilla especialmente en secuencias visualmente impactantes.
Por otra parte, existe un diálogo sobre la falta de profundidad emocional en comparación con su icónica predecesora. El Ben-Hur original, protagonizado por Charlton Heston, es una experiencia de casi cuatro horas que ofrece no solo grandes escenas de acción sino también un desarrollo de personajes profundo y matizado. La nueva versión parece acelerar demasiado rápido a través de los mismos aspectos, intentando modernizar una historia que quizá no necesita ser tan "moderna".
Desde un punto de vista liberal, uno podría apreciar que esta versión destaca valores de redención, perdón y reconciliación. Estos temas son universales y atemporales, y resultan particularmente relevantes en un mundo lleno de divisiones crecientes. Sin embargo, algunos podrían sentir que estos momentos se quedan en la superficie, sin permitir que el espectador conecte completamente con la evolución interna de los personajes principales.
Algunos espectadores más jóvenes, especialmente la Generación Z, podrían sentir que esta película no alcanza sus expectativas en cuanto a narración creativa. En una era donde el contenido audaz y provocador es valorado, Ben-Hur del 2016 parece quedar algo relegada a un guión que intenta complacer a todos, sin arriesgarse demasiado.
El elemento religioso, un aspecto central de la historia original, sigue presente pero podría no resonar igual con una audiencia que, en su mayoría, se encuentra cada vez más alejada de las estructuras tradicionales de la religión. Para quienes buscan entendimiento espiritual a través de medios no convencionales, una versión menos impregnada de espiritualidad convencional podría haberles capturado más.
Reconociendo estas críticas, es fundamental señalar que la película no deja de ser una producción colosal en cuanto a esfuerzo y dedicación técnica. La determinación de traer de vuelta una historia con tanto peso histórico y cultural es un emprendimiento admirable. Además, la película sirve de recordatorio del poder persistente del cine como medio para volver a contar historias antiguas para nuevas generaciones. Aún con un enfoque más moderno y lleno de CGI, las enseñanzas sobre la complejidad de la redención personal ofrecen algo que ningún efecto especial podría reemplazar.
Finalmente, cabe considerar que a pesar de los contratiempos, esta Ben-Hur ofrece una oportunidad para mantener viva una narrativa de relevancia histórica. Si bien no revolucionó el cine de su época, permite a un público joven reconsiderar los valores de la época antigua dentro del contexto de la actualidad.
La película de 2016, a pesar de no deslumbrar como se esperaba, continúa contándose en los términos de un espectáculo visual con un toque espiritual, dejando que cada espectador decida qué tan profunda es realmente su búsqueda de redención personal.